Las micromeditaciones son una forma de empezar, pero su efecto es limitado. Sirven como una iniciación, pero no hay evidencias científicas aún, de que funcionen a largo plazo con menos de 20 minutos por sesión.
Sirven como regulación emocional, al igual que el yoga y otras prácticas de mindfulness informal. Pero no son prácticas que nos lleven a cambiar las percepciones, los hábitos poco saludables o la personalidad, algo que sí consiguen las prácticas más largas.